Ramón Gaya y Pedro Serna en Blanca
Ramón Gaya y Pedro Serna mantuvieron numerosas charlas sobre arte y creación. Fueron amigos desde el momento en que se conocieron, eran frecuentes los paseos en los que el pintor más joven pintaba junto a Ramón. La huerta de Murcia, su casa, el Valle de Ricote... Ambos captaban muchos de los momentos de luz que, tan verdaderamente, recogen hoy sus pinturas. "Las acuarelas de Pedro
Serna tampoco son acuarelas de acuarelista, sino de pintor, de un magnífico
pintor" decía Ramón Gaya cuando, en 1981, rompiera su promesa de no escribir nada sobre pintores que estuvieran vivos. Con motivo de la próxima exposición que recogerá los paisajes de Pedro Serna en el Museo Ramón Gaya, valgan de homenaje estas palabras que Ramón escribió, con mucho cariño, para su amigo Pedro Serna.
Hace algunos años me prometí a
mí mismo no escribir nunca nada sobre pintores... vivientes, y he venido
cumpliéndolo bastante bien; hoy, sin embargo, me gusta romper esa promesa
porque me encuentro delante de unos pequeños trozos de pintura -pintados a la
aguada- que me parecen, sin más, muy excepcionales; lo primero que diría de
estos trozos de pintura es que están vivos, sencillamente vivos (en una
obra de creación verdadera, el hecho de estar viva no viene a ser, exactamente,
un valor, uno de los muchos valores que la componen, que la forman, sino
una categoría, su categoría máxima, suprema, y, claro, su condición
indispensable, porque sin el misterioso y diminuto soplo de lo vital no hay
obra alguna de creación, sino mero artefacto); estas pequeñas pinturas han sido
dichas como en voz baja y, al mismo tiempo, con fuerza, con un vigor, diríase,
tiernísimo, primaveral; la dicción es de trazo muy fuerte, muy enérgico, aunque
amansado, quizá, por una decidida hermosura, ya que la pincelada de esa
dicción, de ese trazo, aparte de expresiva, es de una gran belleza, ¡como en
los buenos tiempos!; no de una belleza estética, esteticista, sino natural.
En la
naturaleza, en el paisaje real de la naturaleza parece como si, de pronto, se
formaran unos pequeños nudos, es decir, unos pequeños enigmas; a veces
es tan solo un acento especialísimo de la luz, o una... musicalidad de
la distancia , o del aire. Pedro Serna es muy sensible a todos esos misterios a
pleno sol; en su pintura parece haber querido, con inspirada modestia, ir desatando
los nudos que encontrara en la realidad del paisaje.
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