En Las Cortesanas de Carpaccio había percibido un vigoroso centro palpitante, algo que fue llevado allí, fijado allí sobre aquella pequeña tabla, con unos pobres medios pictóricos, pero que habían resultado suficientes; percibía un palpitar válido, sumamente válido y, me atreveré a decir, como sin mérito; reconocía en esa tabla, pues, una obra legítima, hija legítima de un saber vital que se ignora a sí mismo, de un saber ignorante, de un saber sin ciencia.
Del: Sentimiento de la pintura. (1959) O.C. Tomo Iº Ed. Pre-Textos
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