viernes, 5 de noviembre de 2010

EL ARTE COMO DESTINO

Ramón Gaya con Miriam Moreno. 10 de enero de 1987. Foto: JB



Acerca de un malentendido

Gaya decía que a veces en torno a su obra había un malentendido. Probablemente un malentendido propagado por los que “entienden de lo que no comprenden”. Mi deseo sería no sólo contribuir a deshacer este “malentendido”, sino también sumarme a aquellos que quieren estar cerca de Ramón, a aquellos que quieren comprender en el sentido de acoger y abarcar algo por todas sus partes y no se conforman con entender en el sentido gélido del discurrir, inferir, deducir.
Porque lo que los “entendidos” no han sabido quizá ver es que Gaya abre una vía de comunicación con el gran arte que había sido suprimida con la aparición de las “vanguardias históricas”. Su concepto de arte no pasa por el cálculo de estrategias mercantiles de explotación, de ganancia en la compra-venta. Gaya nos invita a presentir, a adivinar relaciones entre las cosas que despiertan mundos hacia el sentido, mundos por tanto, vencedores de la muerte.
Salta a la vista que la biografía de Gaya es realmente excepcional. Lo primero que llama la atención es su condición de niño prodigio que escapa al encauzamiento pedagógico. Gaya se libra de la domesticación contemporánea, esa tecnología disciplinaria descrita por Floucault que constituye, o mejor dicho, sujeta a los individuos y los modela con la forma de lo existente. El joven Gaya escapa a esa sumisión inoculada desde la infancia, lo cual le faculta para avivar el pensamiento de la sospecha frente las modas y los “ismos”. Pone al descubierto su complicidad con el mercado.
Es la gayesca una propuesta de arte como expresión de la plenitud de la vida, que va más allá de la politización del arte y de la estetización de la política. Y va más allá del orden estético porque tiene una dimensión ética humanizadora del entorno que no se somete a la aceleración contemporánea. Pero sin conformarse con cualquier cosa, Gaya sigue la máxima nietzscheana que dice: “de los pequeños logros, líbranos”. Porque para el pintor la creatividad es la fuerza en el límite de la experiencia, en ese borde en el que se halla el sentido, esa frontera entre las palabras y las cosas. Entonces crear es a la vez crearse en un camino de conquista de la libertad que es redención de la existencia.
Yo diría que precisamente esta es la buena fe de la que habla Tomás Segovia en su prólogo de la Obra completa.


Miriam Moreno. Texto leído en la librería Rafael Alberti de Madrid el 4 de noviembre de 2010 con motivo de la presentación de su libro: "El arte como destino (Pintura y escritura en Ramón Gaya)". Ed. La Veleta.



Portada derl libro "El arte como destino"

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