R.G. La copa vacía, 1948.
No, no importa que hayamos vivido, que tengamos aprendido demasiado; bastará que nos quede en el alma un resto de aquellas mariposas intactas que habitan todas las adolescencias. Porque para volver a ser ángel (aún después de mucho cieno), es suficiente querer, desearlo de verdad.
R.G. Otros escritos:1928-1996, Madrid,1935.
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