La acequia, 1977
Lo más bello de Murcia es el polvo. Lo que dota al paisaje de esa finura japonesa, de esos atardeceres densos, es el polvo. El polvo ha puesto en la arquitectura sus dedos como plumas descansando. La Puerta del Perdón y el Palacio Episcopal han ganado mucho con esta caricia blanca, con esta lluvia leve que ha quedado apoyada en los aleros, en los salientes de los escudos, sobre los vientres de los ángeles, en cada mejilla de piedra rosa.
R.G., Ángel polvoriento (Lazo de retorno II), Murcia, 1934
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