R.G. en Roma, leyendo en el estudio del Vicolo del Giglio.
Claro que el artista, el creador, la necesita más que nadie, ya que en ella
-y sólo en ella-, en su concavidad vacía, es donde el creador lo
encuentra todo... Sí, todo aquello que vamos logrando ser -en la vida y en la
obra de creación- se lo arrancamos, muy penosamente, a la soledad. La soledad
no nos da nada (y no por avarienta, sino porque ella misma no dispone de nada
ni es nadie); la soledad está ahí, sin más, quieta, fija, fidelísima,
sordomuda, permitiéndonos ser nosotros.
R.G., Madrid, 31 de diciembre de 1992
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