F. A. en la biblioteca del Museo Ramón Gaya, 2016.
Francisco J. Flores
Arroyuelo es antropólogo y profesor de la
Universidad de
Murcia, conoció a Ramón Gaya en 1975, cuando exponía por primera vez en la Galería Chys y, de sde entonces, ha realizado numerosos escritos sobre el pintor y
su pintura. Flores Arroyuelo confiesa su admiración por Gaya, por su arte
creador. Así lo ha demostrado cada vez que le hemos invitado al Museo a
participar en charlas sobre el pintor murciano. Hoy, 29 de enero de 2016,
a través de numerosos recuerdos que divagan por largas conversaciones con Gaya, nos acerca, aún más, a la grandeza de su creación.
M.R.G. ¿Cuándo conoces
a Ramón Gaya? ¿En qué momento te das cuenta de que se trata de un pintor
singular?
F.A. Ramón Gaya me fue
presentado por José Antonio Molina Sánchez en la sala Chys donde colgaba su
exposición. Recuerdo que hablamos de aquellos cuadros que en Murcia vinieron a marcar un
antes y un después, por lo menos para mí. Recuerdo que sentí qué era la
pintura. Después, vino la amistad y las discusiones sobre arte. Y sobre todo,
escucharle su poco aprecio al llamado arte contemporáneo.
M.R.G. ¿Qué hay de
Ramón Gaya en ti?
F.A. Ramón me
enseñó muchas cosas, y no sólo de pintura. Me enseñó, sobre todo, que la vida
debe ser vivida desde la generosidad y el rigor: viendo venir los problemas de
frente, lo que a veces puede resultar difícil, ya que siempre hay quien pone
piedras en el camino.
Ramón me enseñó que en lo tocante a la pintura siempre hay
que contemplarla como lo que es, pintura, y después, lo que va con ella, pero
después… Lo recuerdo en paseos por el Malecón diciendo con precisión, de
Velázquez, de Tiziano… Y en aquellas mañanas con Manolo Avellaneda, con Pedro
Serna y con él, cuando íbamos al huerto que hay en Archena al otro lado del
balnerario…
M.R.G. ¿Cuánto queda
aún por enseñarnos la obra pictórica y literaria de Ramón Gaya?
F.A. Cuando
leemos una página de Ramón Gaya, se puede estar de acuerdo o no con lo que
dice: pero la verdad es que con él estábamos entregándonos a la literatura, a
la pintura, etc. Ver la pintura en aquel momento misterioso en que se estaba
haciendo era algo que no he olvidado. Pues era saber de ella en su esencia, en
su verdad… Pintar era hacerlo en un rito generoso. Al arte de la pintura, como el
de la literatura, se va para tomarla y darse a ella. La literatura y la
pintura, no se debe olvidar, y Ramón es un ejemplo, es una ofrenda a la belleza
y a algo más, a mucho más…, pero sobre todo es darse.
Para Ramón, la
pintura, más que una búsqueda, era un encuentro, un encuentro feliz y, como
tal, conlleva el silencio y el sacrificio.
Francisco J. Flores Arroyuelo en el Museo Ramón Gaya.
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