José Rubio por Chema Conesa
“Ramón para mí fue como un deslumbramiento”
Con la edad de 23 años, el abogado y poeta José Rubio inició una
de las amistades que más le marcarían en su vida. En 1974, durante una
exposición sobre pintores murcianos organizada por la galería Al-Kara, conoció
a Ramón Gaya. Junto a compañeros de carrera, pronto comenzó a estrechar su
amistad con Ramón. Fueron muchos los días de intensas conversaciones sobre
creación, pintura, arte, en definitiva... sobre la vida. El poeta,
emocionado, habla de Gaya como un “deslumbramiento”, un respiro en la Murcia de 1974. Hoy,
comparte con el Museo muchos de esos momentos y nos responde a las preguntas
que le hacemos sobre el creador.
M.R.G. ¿Quién es Ramón Gaya?
J.R. Un pintor y un escritor
excepcional, y también un amigo entrañable.
M.R.G. ¿Cuándo conoces a Ramón Gaya? ¿En qué momento te das
cuenta de que se trata de un pintor singular?
J.R. Conocí a Ramón Gaya en la
primavera del año 1974, en Murcia, en la galería Al-Kara, que estaba entonces
en el entresuelo del edificio Fénix, en la plaza de Santa Catalina. Había unos
cuadros suyos en una exposición colectiva. Él vino desde Barcelona a pasar unos
días a Murcia, y se acercó a ver aquella exposición. Se encontró a gusto en
Murcia, a la que no había vuelto desde el año 1961 cuando estuvo en La Alberca con Juan Bonafé, y
decidió prolongar un poco más su estancia. Desde el primer momento nos
relacionamos de una manera muy cordial. Nuestra amistad se intensificó con el
tiempo y se mantuvo hasta su muerte en octubre del año 2005.
Nada más conocerlo supe que Ramón
Gaya era un hombre aparte. Aquellos días pude ver sus cuadros en la galería
Al-Kara, creo recordar que eran sólo cuatro óleos, pero representativos de lo
suyo, mantuve frecuentes conversaciones con él, leí también muy pronto El
sentimiento de la pintura, que me pareció un libro de una clarividencia
extraordinaria, y maravillosamente escrito. Aquella lectura fue para mí una
revelación, sobre todo por la manera de incardinar la creación y el arte en la
propia vida. Nunca había leído nada igual. Me di cuenta sobre la marcha de que
estaba ante un pintor y un escritor fuera de categoría.
M.R.G. ¿Qué hay de Ramón Gaya en ti?
J.R. En mí no hay nada de Ramón Gaya,
ni siquiera una sombra. Ya me gustaría. Lo que si permanece en mi vida, iluminándola, es su afecto,
su ejemplo humano y artístico, el recuerdo de su generosa entrega a la obra, él
creía profundamente en la pintura, y a las personas que amaba. Esto lo tengo
muy presente.
M.R.G. ¿Cuánto queda aún por
enseñarnos la obra pictórica y literaria de Ramón Gaya?
J.R. La enseñanza que podemos recibir
de su obra es infinita. Ramón Gaya trasladó cada día su vida a su obra. Lo
mejor de aquella vida, que fue sobre todo de trabajo, y de entrega abnegada al
cumplimiento de una vocación que él sintió como un deber extremo, ahora vive y
respira en su pintura y en sus escritos. La vida, como la propia naturaleza, es
algo que ni empieza ni acaba, y tiene la capacidad de sorprendernos a cada
instante. Según el estado de ánimo, o las circunstancias, o la necesidad con la
que nos acerquemos a esta obra, recibiremos algo distinto. Si no tenemos prisa,
si somos capaces de hacer en nosotros el silencio necesario para mirar sus
cuadros y leer sus textos con verdadera atención, quizá percibamos que surge de
ellos una voz callada en la que algo vivo, naciente,
se está diciendo a sí mismo.
Murcia, 3 de marzo de 2016.
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