1995, Roma. leyendo en el estudio del vicolo del Giglio
Fotografía: Isabel Verdejo
Durante su entregada vida, Ramón Gaya reflexionó, en numerosas ocasiones, sobre la importancia de la soledad para el creador. La cuestiona analizando lo necesaria y vital que resulta para sentir que se da la vida a través del creador. Son testimonio de ello su Obra Completa y la reciente publicación de las Cartas a sus amigos. En ambas obras, publicadas por la Editorial Pre-textos, el pintor manifiesta muchos de sus momentos solitarios así como los sentimientos vividos en ellos. Hoy os dejamos aquí dos fragmentos que nos recuerdan, una vez más, la lucidez de un pintor que escribía y que perteneció a una generación irrepetible.
¡La soledad! ¡ahí es nada:
todo ese gran socavón vacío, y... sagrado! La soledad, como sabemos, ha
sido sentida, vivida, sufrida, incluso gustada; también ha podido ser negada,
pues alguien (un alguien de altura) ha podido decir: “Cuando estés de noche en
tu cuarto, aún cuando tengas las puertas y las ventanas cerradas y apagada la
luz, no digas que estás solo: nunca se está solo”.
A la soledad, vista de tal
o cual manera, la necesitamos todos sin remedio. Claro que el artista, el
creador, la necesita más que nadie, ya que en ella -y sólo en ella-, en su concavidad
vacía, es donde el creador lo encuentra todo... Sí, todo aquello que vamos
logrando ser -en la vida y en la obra de creación- se lo arrancamos, muy
penosamente, a la soledad. La soledad no nos da nada (y no por avarienta, sino
porque ella misma no dispone de nada ni es nadie); la soledad está ahí, sin
más, quieta, fija, fidelísima, sordomuda, permitiéndonos ser nosotros.
En torno a la soledad (Sin remedio)
Madrid, 31 de diciembre de 1992
Nos despedimos hasta septiembre deseándoos un FELIZ VERANO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario