Ramón Gaya en París, en el Museo Rodin. Fotografía: Isabel Verdejo
"El 21 de junio de 1952, después de largos años, volvía de nuevo a Europa:
Me encontraba, de pronto, en París, y esa misma mañana de mi llegada entraría
en el Louvre, impaciente, como hambriento, muy emocionado, casi tembloroso
aunque radiante y, también... un poco triste: “Todo es triste al volver”. Por
muy determinadas circunstancias, desde 1936 no había podido contemplar
directamente, en su ser real y verdadero, un solo cuadro de Tiziano, de
Rembrandt, de Velázquez, de Murillo o de Rubens, sino viles reproducciones
suyas estampadas, “imaginarias”, algunas incluso bastante... buenas -mil
veces más engañosas que las decididamente detestables-, y ahora, por fin,
parecía que terminaba de una vez esa forzada abstinencia que durante muchos
años, vino a constituir mi verdadero exilio".
Escribió Ramón Gaya en Roma, en el año 1956.
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