R.G. Dos rosas, 1995.
Si
detuviésemos, pues, ese instante en que la presencia de algo,
de una obra de arte, se nos da y lográramos extraer del todo
lo que contiene, en lugar de precipitarnos ávidamente sobre la
obra, mirándola como cosa a poseer, aun con la mirada, o como
objeto a penetrar, se nos iría dando con simplicidad la
revelación que todo lo que se manifiesta contiene. [...]
Y
así, el pintor Ramón Gaya viene a existir como pintor;
como alguien que ha recibido los estigmas de la pintura. Y desde ese
punto de vista resultan ser expresivos estos cuadros que pertenecen a
la más pura especie del arte: a la que manifiesta y revela.
Decía María Zambrano, en Roma, en el año 1960, en su texto "La pintura en Ramón Gaya"
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