domingo, 23 de noviembre de 2008

EL BRAZO MISMO DE LA PINTURA

El rapto de Lucrecia, de Eduardo Rosales.


EDUARDO ROSALES

“...el cuadro no está terminado
pero, el cuadro está hecho.”
Eduardo Rosales

"En Rosales he visto siempre al último gran pintor español... antiguo, de una antigüedad que no es propiamente de estilo ni de tiempo, sino de casta. Es el último estertor de una pintura grande, grandiosa, generosa; después, claro está, vamos a encontrarnos con Nonell y con Solana, los dos muy verdaderos, aunque un tanto... a la desesperada. Rosales pertenece aún a esa casta mayor, es cierto que no puede con ella, pues su casta es antigua, sí, pero él, Rosales, es ya un moderno, sus fuerzas son modernas, pequeñas, pero luchará con tanta bravura que ha de lograr pintar un cuadro que lo emparenta con Tintoretto: La muerte de Lucrecia. En ese cuadro entrecortado hay, como se sabe -por lo menos como sabe muy bien J.R.-, un brazo caído, moribundo, que me parece lleno de significación; es un brazo cargado ya de muerte y sensual todavía, opulento, lívido, que se rinde, que entrega el alma; nunca me pareció, sin embargo, que perteneciese por entero a la figura de Lucrecia, sino que se trataba más bien, del brazo mismo de la Pintura; una pintura que, malherida por el siglo diecinueve, no tenía más remedio que abdicar, y que abdicaba, eso sí, con gloria, en una especie de agonía triunfante.

Ramón Gaya. México, 1952. (De Milagro Español)

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