PESTUM
En pocos lugares he sentido como aquí, en este mendrugo de lo griego, una emoción tan difícil, tan compleja, de solemnidad y mendicidad mezcladas. Aquellos templos me parecieron tres mendigos majestuosos, sabios (están construidos, como se sabe, con una piedra caliza llena de agujeros como una esponja endurecida o un rostro marcado por la viruela), y llegando a ellos desde Roma y lo romano –mi recorrido era ese-, me pareció que le pertenecían por completo a la cristiandad; comprendí entonces algo que ya sentía desde antes: que en lo griego hay mucho más cristianismo que en lo egipcio y lo romano, posiblemente por su absoluta falta de soberbia, de enemistad, de terquedad materialista; lo egipcio y lo romano son dos energías voluntariosas, empeñosas, hábiles, es decir, privadas de la Gracia, y por eso las veremos actuar siempre como si fueran dos ingenieros concienzudos, desconfiados. En lo griego hay una limpieza que vale lo que la pobreza en lo cristiano, que son, quizá, una misma cosa, una misma purificación. Lo egipcio y lo romano se producen, viven como enfrentándose a lo que pueda venir, imponiéndose a la Historia misma, mientras que lo griego no parece sospechar competencia alguna, y, salvo su incurable ideal de perfección, todo en lo griego nos resulta natural, sencillísimo. Lo chino, lo griego y lo cristiano parecen fragmentos de una misma línea central, recta infinita, una línea que no es otra cosa que espíritu, más aún, alma sola, el Alma. Lo griego –como lo chino y lo cristiano- está siempre lleno de creencia, de trascendencia, de fatalidad –sí, de fatalidad, y por lo tanto, claro es, de salvación-; lo griego quiere perdurar y no, como Egipto y Roma, durar simplemente. Lo chino, lo griego y lo cristiano quieren perdurar porque perdurar es un sentimiento, mientras que durar no es más que un propósito. Ante aquellos templos de color pan, oro pan, caí en la cuenta de que todo cuanto los historiadores de arte han creído ver en lo griego de perfección estética, de perfección estilística, no es más, en realidad, que ascetismo, pobreza divina.
Ramón Gaya. Italia 1953.
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1 comentario:
Hola. Estoy leyendo tu blog y me preguntó si esa imagen de la acuarela está en algún libro. Gracias de antemano...
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