viernes, 5 de marzo de 2010

PANERO Y GAYA

Leopoldo Panero -izquierda- con J García Nieto.


Me he llevado una sorpresa y una alegría muy grande al descubrir que Ramón Gaya había leído a Leopoldo Panero, y tan cuidadosamente como para matizarlo. En El silencio del arte, dice: “Lo mejor del hombre es la creencia; se ha dicho que era el dolor, pero el dolor es un medio para llegar a la creencia”. Si no estoy equivocado, eso contesta directamente al verso: “Lo mejor de mi vida es el dolor”, del poema “El templo vacío” de "Escrito a cada instante". La figura de Gaya nunca deja de crecer, porque qué atención más viva a la poesía demuestra esa cita (espléndida, por otra parte, como siempre) y a la poesía estrictamente contemporánea, y qué bien leída, con qué seriedad y hondura. A Panero, por otra parte, tener como interlocutor a Gaya, como interlocutor que le toma tan en cuenta, también le engrandece. De ese encuentro todos salimos ganando.

Publicado en el blog: "Rayos y Truenos" (4 de marzo de 2010), de Enrique García-Máiquez.


EL TEMPLO VACÍO

No sé de dónde brota la tristeza que tengo.
Mi dolor se arrodilla, como el tronco de un sauce,
sobre el agua del tiempo, por donde voy y vengo,
casi fuera de madre, derramado en el cauce.
Lo mejor de mi vida es el dolor. Tú sabes
cómo soy. Tú levantas esta carne que es mía.
Tú esta luz que sonrosa las alas de las aves.
Tú esta noble tristeza que llaman alegría.
Tú me diste la gracia para vivir contigo.
Tú me diste las nubes como el amor humano.
Y al principio del tiempo, Tú me ofreciste el trigo,
con la primera alondra que nació de tu mano.
¡Como el último rezo de un niño que se duerme,
y con la voz nublada de sueño y de pureza
se vuelve hacia el silencio, yo quisiera volverme
hacia Ti, y en tus manos desmayar mi cabeza!
Lo mejor de mi vida es el dolor. Tú hiciste
de la nada el silencio y el camino del beso,
y la espuma en el agua para la tierra triste,
y en el aire la nieve donde duerme tu peso.
¡Señor, Señor! Yo he hecho mi voluntad. Yo he hecho
una ley de mi orgullo, pero ya estoy vencido.
Como una madre humilde que me acuna en su pecho
mi espíritu se acuesta sobre el dolor vivido.
Sobre la carne triste, ¡sobre la silenciosa
ignorancia del alma como un templo vacío!
¡Sobre el ave cansada del corazón que posa
su vuelo entre mis manos para cantar, Dios mío!
Soy el huésped del tiempo, soy, Señor, caminante
que se borra en el bosque y en la sombra tropieza,
tapado por la nieve lenta de cada instante,
mientras busco el camino que no acaba ni empieza.
Soy el hombre desnudo. Soy el que nada tiene.
Soy siempre el arrojado del propio paraíso.
Soy el que tiene frío de sí mismo. El que viene
cargado con el peso de todo lo que quiso.
Lo mejor de mi vida es el dolor. ¡Oh lumbre
seca de la materia! ¡Oh racimo estrujado!
Haz de mi pecho un lago de clara mansedumbre.
¡Señor, Señor! Desata mi cuerpo maniatado.

Leopoldo Panero.
Del libro: "Escrito a cada instante".




Leopoldo Panero

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