jueves, 17 de junio de 2010

UNA PIEDRA QUE CEDE

Postal de Ramón Gaya. El Crepúsculo de Miguel Ángel.


Las supuestas Parcas, de Fidias, o El Crepúsculo, de Miguel Ángel -esculturas absolutas-, no podrían jamás decirnos: “Aquí estamos”, como no quieren dejarlo de decir las estatuas mientras se aposentan en un lugar y se comen el aire. Porque una verdadera escultura será una piedra que cede, que se va, que abdica: una piedra que tiende a quitarse, a eliminarse en nombre de un respiro, de una como planta que respira e intenta abrirse paso. Las estatuas quieren, sobre todo, “estar”, estar muy a la vista de todos, dejarse ver, presumir, lucir, pues son “públicas” y es fatal en ellas mucha insolencia y una especie de petulancia marmórea. El mármol, el barro, la piedra, la cera, el bronce de la escultura, en cambio, quisieran “permanecer” lo indispensable, lo irremediable, lo preciso, y luego irse hacia adentro, hacia el centro de sí mismos, y allí, con la ayuda del alma, poderse transfigurar, es decir, “resucitar”.

Ramón Gaya. De "Estatuas y esculturas". OC. Edt. Pre-Textos.

Texto completo.-

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