viernes, 13 de abril de 2012

EL IMPRESCINDIBLE

Ramón Gaya. Mujer en la barca. 1949

    Y otra exigencia de comprensión que la pintura de Gaya nos envía sería la del “hombre común”, un hombre moral -el que aspira a salir del Arte hacia la Vida-, que se levanta por encima del hombre natural que somos, que es el que, como mucho, atesta su vida de arte. Al ver sus Tres Gracias o su Niño de Vallecas, vemos que esos seres están en el mismo aire que una copa de agua o que la maravillosa Mujer en la barca, porque todos están salvados como criaturas y negados como objetos plásticos de esos que los artistas creen que están ahí, en el mundo extenso, a merced de su ojo y su mano, y su santa voluntad, para enredar con ellos.
    Por todo esto nos damos cuenta de que Ramón Gaya no debe estar, como espontáneamente habrá quien lo ponga, fuera de su tiempo, sino que precisamente es desde su tiempo como llega a ser “el imprescindible” para que el “espíritu de nuestro tiempo” deje de ser un espíritu propio, o sea, un espectro, tal y como han llegado a ser todos los espíritus tiránicos que han impuesto al hombre su dominio mortal bajo capa de idea benéfica. Y para que dejando de ser nuestro o de nuestro tiempo, a ver si todavía no fuese tarde para que alcanzásemos con él un alma viva.

Enrique Andrés Ruiz: De “Uno por todos (Ramón Gaya)”
Santa Lucía y los bueyes. Correspondencias. Pre-Textos.
Universidad Politécnica de Valencia 2007 pp. 137-143


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