viernes, 3 de mayo de 2013

EL CREADOR ADULTO

Ángel Pardo momentos antes de su conferencia. Foto: JB


      Mientras el artista adolescente, que es un hombre de mundo, se engolfa en los pinceles, en el color, en la pintura, en el arte, y, tratando lo real como un medio, como una excusa, hace obra, hace cuadros, y está encantado con su prestigioso papel en la sociedad, el creador adulto que es ya Ramón Gaya en 1952 después de 13 años de exilio y soledad en México, sale, con su alma hecha, un espíritu en pie, de ese cuarto de pintor, de ese encierro, de esa autodivinización y engolfamiento en el que vive el hombre de mundo que es el artista adolescente; sale, digo, el hombre desnudo, primero, original, que es Ramón Gaya en 1952 al aire libre en un estado de embeleso, de encantamiento, que es exactamente su segunda inocencia; sale la criatura consciente ya de su deber primero, único, de hombre, a recibirlo todo, al encuentro de todo, a hacerse, a la manera de los pájaros, una casa a la intemperie, entre las cosas, a hacerse amigo de la realidad. 
      Sale de su cuarto, de sí mismo, y se entrega a lo real, como Don Quijote salió de su hacienda al encuentro de los otros, al aire libre, a cumplirse en un abrazo con los otros. Sale como Galdós, como ese mendigo de lujo que camina incansable por Madrid, y que nos descubre Gaya. O como Nietzsche, de quien Gaya guardó toda su vida aquella postal manuscrita, y que dejó dicho que ninguna idea vale si no ha nacido al aire libre, entre las cosas. O como el aristócrata de intemperie juanramoniano. Ese aristócrata de intemperie de vida peregrina y exiguo equipaje que Ramón Gaya va a ser ya para siempre, que siempre fue, y que Juan Ramón define de esta manera: "No hay forma más exquisita de aristocracia que la de la intemperie. Cuando el hombre puede vivir tranquilamente fuera y sin miedo ya a nada ni a nadie de la tierra o del espacio, y no por ser un salvaje sino un civilizado estricto, ha llegado, por medio de sí mismo, a lo último, es decir, a lo primero, después de haber desechado todo lo inútil e inservible. Sí, esto primero de retorno es lo último a lo que puede llegar el hombre en su vida, lo que le puede hacer total, dueño y dios de sí mismo y amigo absoluto de los demás; lo que le puede hacer poeta sin escritura, sin academia". 
      Ese aristócrata de intemperie que es Ramón Gaya de vuelta a Europa en 1952, ese creador adulto que ya sabe que la pintura no es un fin, sino un medio, sólo un camino para ir a la vida, va a resolver su relación con lo otro, con seres, paisajes y cosas, en un segundo encuentro, un segundo encuentro que le va a permitir en adelante dárnoslo todo en su obra, en su pintura y en su escritura, ya en su centro vivo, transparente y latiendo.

Ángel Pardo.
Texto sacado de las notas sin título facilitadas por el autor, notas que leyó durante su conferencia sobre "El creador adulto" en el Museo Ramón Gaya el pasado 30 de abril de 2013.

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