En Roma, leyendo en el estudio del vicolo del Giglio, 1995.
No venimos a la vida para aprovecharnos de ella,
sino a entregarle cuanto somos.
Cuando nos asalte la soledad, el desengaño, el
dolor, aferrémonos a ese deber, a ese deber que nada ni nadie puede quitarnos,
amparémonos en eso que es nuestro y muy nuestro. No, que no se diga luego
triste y pobremente que cumplimos con nuestro deber; no, no sólo debemos
cumplir con nuestro deber, sino esgrimirlo.
Fragmento extraído del texto de R.G. escrito en México en el año 1940 bajo el título "El extremoso deber del artista".
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