viernes, 27 de enero de 2017

ENTREVISTAS DEL GAYA: PILAR ROSIQUE

 
Pilar Rosique y Ramón Gaya en Aix en Provence, 1995.
Fotografía de Juan Ballester 

“Su pintura parece fácil, pero no es tal como se muestra, esconde una profundidad que para percatarse de ella se requiere de una especie de revelación”.


Desde joven, Pilar Rosique fue una de las primeras personas que conocería al pintor Ramón Gaya en su vuelta a Murcia. La vida le llevó a encontrarse con él mientras Juan Ballester –su marido- le hacía una sesión de fotos a Ramón. Desde ese momento, los encuentros y paseos, junto a Juan e Isabel Verdejo eran frecuentes, haciendo crecer lo que sería una bella y cómplice amistad entre ambos. Pilar Rosique siempre se ha sentido muy cercana a Ramón y a su creación, eran amigos;  así nos lo contaba una tarde mientras enseñaba el Museo en la visita guiada que le pedimos que hiciera un ocho de marzo. Hablada de la influencia que, ya no sólo como pintor tuvo en ella, sino también en su persona: “Ramón me hizo crecer, me dio tablas para ello” nos contaba durante esa visita. Hoy sus bonitas palabras dan sentido, una vez más, al Museo y a la obra que en él se conserva.


M.R.G: ¿Quién es Ramón Gaya? 

P.R.: Lo normal sería contestar que es un grandísimo pintor –no muy reconocido como tal- y un escritor y poeta de primera fila, aunque a él no le gustaba que lo definieran de esta segunda forma, pero voy a responder que Ramón Gaya simplemente es “alguien”. Y ésta es una expresión robada al propio Gaya y que me apropié la primera vez que se la oí. Si alguna obra, en cualquiera de las manifestaciones del Arte, no llegaba a la altura de otras del mismo autor, solía decir: “bueno, pero se nota que está hecha por alguien”. Y ese “alguien” estaba lleno de contenido, quería decir que su autor era grande, capaz de llegar a lo más elevado, aunque en ocasiones no lo consiguiera, como suele pasar a veces. Me cautivó ese matiz, lo encontré buenísimo y me lo quedé.  Para mi Ramón es ese “alguien” único y excepcional.

M.R.G: ¿Cuándo conoces a Ramón Gaya? 

P.R: Lo conocí en el año 79; hacía pocos meses que vivía en Murcia y yo era muy joven. Juan lo llevó a nuestro apartamento, que también hacía la función de estudio, para hacerle unos retratos. Yo no estuve en la sesión de fotografía, pero llegué cuando Ramón aún se encontraba allí…. y creo que fue un amistoso flechazo por ambas partes, si se me permite la expresión; nos caímos bien desde ese instante, recuerdo perfectamente que comenté lo bonitas que eran unas rosas salvajes que había cogido en la huerta esa mañana y había traído a casa, e inmediatamente me las regaló. Era el ser más generoso que he conocido. Recuerdo de esos primeros instantes que Ramón me miraba a los ojos como queriendo ver en ellos algo más que unos ojos “mediterráneos”, como él los calificó; miraba mi interior, me hizo una radiografía espiritual en un momento.

M.R.G: ¿Cuando te das cuenta de que se trata de un pintor y escritor peculiar? 

P.R: Ramón era una persona singular, eso fue lo primero que descubrí y lo demás vino rodado. Me asomé primero a su pintura, aunque tal vez me resultara más fácil descubrir al escritor que al pintor. De sus escritos, lo primero que llegó a mis manos fueron los sonetos y el Velázquez Pájaro Solitario… fueron definitivos, era la primera vez que leía algo tan clarificador sobre la obra de creación, bueno, aunque yo no soy ninguna experta ni una gran lectora. Pero para desenmascarar su pintura, tuvieron que pasar algunos años… yo necesitaba crecer, hacerme una persona más madura para poder entender, reconocer el alcance de la obra de Gaya. Su pintura parece fácil, pero no es tal como se muestra, esconde una profundidad que para percatarse de ella se requiere de una especie de revelación. Yo la comparo con el toreo, al principio ves sólo la fiesta, el colorido, la plasticidad, la belleza…pero para sentir la “creación” en una faena, para emocionarte con ella, se necesita algo más y tiempo.

M.R.G: ¿Qué hay de Ramón Gaya en ti? 

P.R: Afortunadamente ha influido mucho en mi vida, en mi desarrollo como ser humano. Ramón no era nada didáctico, nunca daba lecciones magistrales de arte ni nada por el estilo, pero en silencio señalaba, apuntaba con su dedo índice lo que quería destacar, se paraba más de la cuenta delante de un cuadro y así nos iba dejando pistas. Pero lo más bonito fue su enseñanza   de la vida, de la sociedad, de la espiritualidad, de lo que es importante y lo que no.… todo ello casi sin decir una palabra, sólo con su ejemplo.  De no haberlo conocido yo sería una persona completamente distinta, más acomplejada ante algunas gentes clasificadas de importantes y menos generosa. Creo que la conciencia de la generosidad ha sido su legado, aunque, claro, no le llego ni a la altura de sus zapatos.

M.R.G: ¿Cuánto tiene aún por enseñarnos la obra pictórica y literaria de R.G.?

P.R:  Como toda obra de creación, ya sea literaria o pictórica, la de RG es una obra viva, es con la propia vida con lo que nos encontramos, por tanto, nunca dejarán de enseñarnos algo nuevo cada vez que nos asomemos a ellas. Dependerá de la luz, de la estación del año o de nuestro estado de ánimo, pero siempre descubriremos algo inédito. Lo que sería precioso es poder dar a conocer la obra de RG fuera de nuestras fronteras, tanto nacionales como internacionales, compartir nuestra suerte con otras gentes sería estupendo y creo que las autoridades competentes tienen la obligación de internacionalizar a RG, aunque sólo sea por mera estrategia mercantil. Colocando a RG en el puesto que merece en el ranking de pintores del siglo XX, nuestra ciudad, sede de su museo, podría ser un referente pictórico internacional.

M.R.G: ¿Te gustaría contarnos algunas de tus vivencias más significativas junto a Gaya?

P.R: Supongo que las vivencias más interesantes han sido sin duda los viajes con Cuca y Ramón. No han sido viajes turísticos, han sido lecciones magistrales de la vida de los sitios y sus gentes. Por supuesto en esos lugares, aparte de iglesias, exposiciones y museos, había mercados, calles, callejones, plazas, restaurantes y cafés, donde se aprendía mucho más que en ningún otro sitio catalogado como culto. Ha sido un lujo conocerlos.

 Murcia, 26 de enero de 2017.





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