(Fotógrafo)
El arte de la fotografía ¿no será simplemente el arte de ver, de saber ver? Sí, es sólo eso, nada menos que eso. Y llamo a la fotografía el arte de saber ver simplemente, no porque quiera rebajarla en su calidad de arte, sino porque quiero diferenciarla.
La fotografía no será nunca, no puede ser nunca un arte de creación, sino de observación. Es el arte de descubrir y no el de inventar o crear. Por eso la fotografía de estos últimos tiempos me parece adulterada, desviada, falsa. En los últimos quince años el fotógrafo ha estado creyendo que su misión era componer, agrupar, preparar asuntos y fotografiarlos después con toda esa maravillosa perfección técnica que hemos, eso sí, adquirido para siempre, pero hoy más que nunca nos damos cuenta de que todo aquello que en la fotografía ha sido compuesto, ha sido colocado, aparece en ella como sin vida, como vacío. No existe, pues, la fotografía de arte, sino en todo caso, como hemos empezado a decir aquí, el arte de la fotografía, o sea, el tino, el secreto de la fotografía, ya que si puede existir la fotografía de arte podría existir la fotografía preparada, amañada, calculada, pensada. Porque un pintor puede, cuando se dispone a pintar una naturaleza muerta, entregarse sin miedo alguno a la colocación artificiosa de los objetos que han de servirle de modelos: la verdad pictórica, que al igual que en el teatro la verdad teatral, es una mentira, se encarga de borrar su sensación de falsedad; pero si un fotógrafo quiere fotografiar esos mismos objetos que el pintor ha ido agrupando con tanto cuidado le resultará una fotografía muerta, inanimada. El fotógrafo no puede componer ni amañar, no puede idear, o mejor, no puede concebir, crear, ha de lograr una actitud pasiva, ha de ser un hombre que sabe esperar, que sabe mirar lo que sucede en torno. Todas las cosas –objetos y gentes- que un pintor ha de pintar a lo largo de su vida están ya desde un principio dentro de él, todos los retratos que un pintor se decide a pintar son retratos de personas que ya llevaba él dentro de sí, y las saca a la luz cuando coinciden con alguien exterior, con alguien que se ha tropezado en la vida exterior, es decir, el pintor cuando pinta no sólo ve cosas, sino que ve y escucha, o se escucha, y del buen enlace que haga de eso que está viendo en la realidad y de eso otro que está escuchando en lo profundo de sí mismo, depende que la obra de are se realice verdaderamente.
El fotógrafo, en cambio, ha de ser un hombre lleno de sorpresa ante las cosas, lo que retrate ha de estar viéndolo por primera vez, virginalmente. Yo diría que no hay más fotografía que la instantánea; o mejor, que toda buena y auténtica fotografía es, aunque para conseguirla se empleara el tiempo de “exposición”, una instantánea, una sorpresa, un hallazgo.
Ante Manuel Álvarez Bravo nos encontramos con un fotógrafo excepcional, excepcional porque teniendo como tiene talento no ha desviado su condición de fotógrafo, de fotógrafo fiel, auténtico, cierto.
Ramón Gaya. México. 1940(fotografías de Manuel Álvarez Bravo)
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