Cuando vemos con perspectiva su obra, nos asombra la claridad de ese proyecto “desde el principio”, como si tampoco hubiera precisado desplazarse por la pintura, como si hubiese estado en ella, nacido en ella, instalado y transfigurado en lo medular del acto creador. ¿Y cuál es este acto creador? Sin duda el más alto al que un hombre pudiera estar llamado: el de la vida, recibirla y trasmitirla. He aquí el misterio de toda esta obra, para eso ha trabajo Gaya ochenta años, casi un siglo: para dejarnos un puñado de criaturas vivas y memorables que acompañen nuestro propio vivir, elevándolo hacia abajo y hacia lo alto, en hondura y elevación.
(Fragmento de: SOLO PERO NO DE ESPALDAS, de Andrés Trapiello, para el catálogo de la exposición de R.G. en el IVAM de Valencia. Mayo-Julio de 2000.)
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