jueves, 28 de agosto de 2008

MERCED, 22

RG. Mi casa de niño. 2000.


"Era Murcia entonces, como digo, una delicada ciudad polvorienta, de una vigorosa sustancia desvaida. Desde la calle de la Acequia, por detrás del Romea, cruzando la plaza de Santo Domingo —con mis primeros pantalones largos—, yo llegaba, muchas tardes, a Merced, 22. Allí, alguien muy redondo, muy vital, muy alegre, me mostraba —regateando cada cosa, escondiéndola, valorizándola— el material que llegaba de todas partes para el Boletín de la Joven Literatura: unos poemas de Alberti, o de Altolaguirre, o de Prados; unos aforismos de Bergamín, una prosa de Dámaso Alonso, una pesadez de Chabás, un dibujo de Palencia, las fotografías de unos cuadros de Cristóbal Hall. Vuelto a ver y a leer todo aquello con emoción, me tropiezo, de pronto, con una «Décima» murciana de Jorge Guillen: «El caserío se entiende con el reloj de la torre», y, más adelante, en otro número de Verso y Prosa, con la «Elegía» de Luis Cernuda. La verdad es que son dos piezas inamovibles, firmes".

España, 1976
R.G. De "Merced, 22" O.C. Tomo II.


Calle de la Acequia


DÉCIMA

El caserío se entiende
Con el reloj de la torre
Para que ni el viento enmiende
Ni la luz del viento borre
La claridad del sistema
Que su panorama extrema:
Transeúntes diminutos
Ciñen su azar a la traza
Que con sus rectas enlaza
Las calles a los minutos.

JORGE GUILLEN
Publicado en "Verso y Prosa" Enero de 1927

Jorge Guillén en Murcia. Foto: Juan Guerrero


ELEGÍA


Este lugar, hostil a los oscuros
avances de la noche vencedora,
ignorado respira ante la aurora,
sordamente feliz entre sus muros.

Pereza, noche, amor la estancia quieta
bajo una débil claridad ofrece.
El esplendor sus llamas adormece
en la lánguida atmósfera secreta.

Y la pálida lámpara vislumbra
rosas, venas de azul, grito ligero
de un contorno desnudo, prisionero
ténuamente abolido en la penumbra.

¡Rosas tiernas, amables a la mano
que un dulce afán impulsa estremecida!
¡Venas de ardiente azul! Toda mi vida
al insensible sueño vuelta en vano.

¿Vive o es una sombra, mármol frío
en reposo inmortal, pura presencia
ofreciendo su estéril indolencia
con un claro, cruel escalofrío?

Con indeciso soplo lento oscila
el bulto langoroso: se estremece
y del seno la onda oculta crece
al labio donde nace y se aniquila.

¡Oh equívoca delicia! Esa hermosura
no rinde su abandono a ningún dueño:
camina desdeñosa por su sueño
pisando una falaz ribera oscura.

Del obstinado amante fugitiva
rompe los delicados, blandos lazos.
A la mortal caricia, entre los brazos,
¿qué pureza tan súbita la esquiva?

...Soledad amorosa. Ocioso yace
el cuerpo juvenil perfecto y leve.
Melancólica pausa. En triste nieve
el ardor soberano se deshace.

¿Y qué esperar, Amor? Sólo un hastío;
el amargor profundo, los despojos.
Llorando vanamente ven los ojos
ese entreabierto lecho torpe y frío.

¡Tibio blancor, jardín fugaz, ardiente,
donde el eterno fruto se tendía
y el labio alegre, dócil lo mordía
en un vasto sopor indiferente!

De aquel sueño orgulloso en su fecundo,
espléndido poder, una lejana
forma dormida queda, ausente y vana,
entre la sorda soledad del mundo.

Esta insaciable, ávida amargura,
flecha contra la gloria del amante,
¿enturbia ese sereno diamante
de la angélica noche, inmóvil, pura?

Mas no. De un nuevo albor el mundo lento
transparenta tan leve luz dudosa.
El pájaro en su rama melodiosa
alisando está el ala, el dulce acento.

Ya con rumor suave la belleza
esperada del mundo otra vez nace.
Y su onda monótona deshace
este remoto dejo de tristeza.


Luis CERNUDA
Publicado en "Verso y Prosa" Octubre de 1928


Luis Cernuda

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