viernes, 5 de abril de 2013

IR HASTA NUESTRO CENTRO


 Ramón Gaya con Salvador Moreno en el Tevere. Roma. 1 de marzo de 1958.


ANOTACIONES
(En programa de concierto)

     Resulta muy patético ver a un creador de naturaleza tan inactual. En un mundo como el de hoy, terriblemente periodístico, lo más cómodo para una sensibilidad es perecer. Salvador Moreno ha estado muchas veces invitado –incluso atraído- por esa facilidad; no ha muerto, y lo sentimos por su persona, ya que así le espera un sufrimiento absoluto, sin descanso. Pero no se puede sufrir con limpieza, es decir, con legitimidad, si no hemos liquidado todos nuestros afanes –esos afanes que en nuestra juventud confundimos con la esperanza misma-, porque sólo un sufrimiento puro, un sufrimiento sin disgusto, sin contrariedades pegadas a él, será un sufrimiento válido.
     Salvador Moreno, que no comprende a su instinto –ha pasado treinta años obstaculizándolo- va en busca, no de algo exterior a él, como todavía supone, sino de su propia naturaleza. Ir hasta nuestro centro es lo que nos ha sido encomendado, no como un vanidoso narcisismo -esa es la interpretación periodística y socialera de hoy-, sino precisamente como una humildad. A este joven músico yo le pediría que, cuando tropiece con su verdadera esencia -la suya podría llamarse desamparada sensibilidad- sepa mirarla con el respeto que se necesita para todo lo que, aún siendo nosotros mismos, no es nuestro. Ser un creador verdaderamente grande (Velázquez, San Juan de la Cruz, Mozart) no es más, posiblemente, que tener el valor de obedecer; lo que suponíamos que era una calidad suprema, quizá no es sino una conducta suprema, es decir, sumisa, amorosa.
     Para Salvador Moreno, obedecer a una sensibilidad tan desamparada como la suya es hoy, claro, muy difícil, casi una cruz, ya que se trata de algo sin éxito, sin cotización actual, pero es necesario.
 
Ramón Gaya
México, 15 de octubre de 1951
Edt. Pre-Textos O.C. 2010.

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