viernes, 6 de septiembre de 2013

LA PRIMAVERA DE SOFÍA MORALES

Sofía Morales. 1993. Foto: JB.



SOFÍA MORALES

    Se suele creer que existen sólo dos razones de pintores: el de intuición salvaje y el de talento cultivado.¿Nada más? Yo conozco muchas variantes: conozco el de intuición cultivada o acariciada; el de talento natural y sereno; el de talento loco; el de inteligencia.
    Visitando la exposición de Sofía Morales nos encontramos con un nuevo matiz. Sofía Morales es un pintor de intuición no salvaje ni culta, sino de intuición sabida por ella misma. Que ahí está la diferencia maravillosa entre su  intuición y esas otras intuiciones derramadas, derrochadas, volcadas sin dónde, anónimas para siempre. 
    Sofía Morales “sabe” que tiene intuición, tiene clarividencia para verse a sí misma, pero su clarividencia no es de las que yo llamo inteligentes, ni siquiera clara, sino más bien su clarividencia es de sonámbula. Sonámbulos son sus cuadros, y tienen todos ellos un no se qué de matinal con sueño. 
    Sabe que tiene intuición, pero no se preocupa de explorarla, de cultivarla. Sofía Morales se abandona a esas extrañas dotes que ella tiene  de médium vivaz y alegre.  Y digo alegre porque siempre parece que lo que esta  pintora está a punto de revelarnos, de adivinar, es la primavera.  Tanto, que al entrar a su exposición del “Círculo” tenemos un poco la impresión de penetrar en un invernadero, con algo de pecera exquisita, o aún mejor, de copa verde y clara.


Ramón Gaya. Entresacado de una crítica sobre la primera exposición de Sofía Morales en el "Círculo de Bellas Artes" de Madrid, 1935.

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