martes, 17 de junio de 2008

CONOCÍ A CERNUDA EN UN JARDÍN

RG y Luis Cernuda en Alicante. 1935. Foto: Juan Guerrero.

Conocí a Cernuda en un jardín. Paseaba, marchaba solo, pero iba con ese aire del que lleva a su lado unos galgos decorativos. Comprendí ya entonces que una sombra le acompañaba a todas partes, un perro inseparable y misterioso, su vida misma quizá, el boceto de una vida no vivida.
Conocí a Cernuda en un jardín, pero en realidad él siempre parece estar en un jardín. En la calle o en el salón no se le comprende. Tampoco en el campo; un jardín o una playa es su fondo verdadero.
Más tarde –mucho después de aquella presentación hecha por J.B.- he sido amigo de Cernuda y de su perro fantasma. El fantasma he podido comprobar que es su propia vida, la vida que le acompaña, la vida que no se funde con él jamás.
Por eso Cernuda es hoy todavía como un niño. Porque su vida le ha sido robada, alguien o algo gasta al lado suyo la vida que le pertenece, y él, Luis Cernuda, sigue intacto en su jardín intacto, embelesado, ensimismado, preso, preso en sí.
Cernuda es el Poeta, el caso más puro de poeta –no de poeta puro- que existe hoy en España. Nada tiene que ver con su realidad. Porque Cernuda no vive, sino que late.
Por eso la sorpresa de Cernuda cuando detrás de tal o cual esquina tropieza con el mundo. Esa sorpresa, ese choque ese lo que anima su poesía última. Los filósofos no nacen, sino que se hacen. Y Cernuda, nacido poeta, va tiñéndose cada vez más de no se sabe que conclusiones desnudas, que le llevan a ser uno de los poetas más graves de hoy y de España.



Por eso Bécquer, por eso hondamente Bécquer, y no superficialmente Bécquer, como es la moda. Porque lo que tiene Cernuda de Bécquer no lo ha tomado de él, sino que lo tenía ya, lo tenía de nacimiento.
Y por eso una conferencia de Cernuda sobre Bécquer tiene para nosotros un gran interés excepcional, porque sabemos que no vamos a oír un análisis frío, una crítica certera, sino algo más; vamos a oír mucho de aquella voz desaparecida, de aquel latido.
No importaría que Cernuda no acertase al juzgar a su paisano triple –en oficio, tierra y alma- puesto que lo que esperamos de él es que nos llene el aire de aquel aliento mustio.
Porque Cernuda no es un continuador, ni un discípulo, ni siquiera un influenciado de Bécquer, sino un familiar, su familiar mejor. Es su sangre.

(Texto de Ramón Gaya leído por Juan Guerrero en el Ateneo de Alicante, con motivo de la conferencia de Luis Cernuda: “Bécquer y el romanticismo español”, el día 9 de febrero de 1935)

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