viernes, 26 de abril de 2013

VÍA CRUCIS


“VÍA CRUCIS”


Quizá el mayor acierto de “Vía Crucis” sea haberse sabido mantener en una película de denuncia y no de propaganda; ningún partido, o ningún sistema social, pueden adjudicarse este film: en él se señala un mal y un dolor, eso es todo. Y su mejor cualidad, sin duda alguna, es la sorprendente perfección realista con que se nos pone ante los ojos el hecho. Sin embargo, a la salida del cine en que hemos visto proyectarse esta película extraordinaria, se nos ocurre preguntarnos si el tipo de emoción que hemos sentido no será demasiado parecida al que se siente viendo un noticiario, o dicho de otro modo, si su realismo no es más que un alarde de técnica, falto, en fin, de ese extraño temblor distinto que sólo sabe provocar en nosotros la obra de creación.

Ramón Gaya
México, 1 de junio de 1940
O.C. Edt. Pre-Textos




 * Aunque por un lado es extraño que en junio de 1940 Ramón Gaya pudiese ver en México este corto documental de José Luis Sáenz de Heredia (realizado a principios de 1940), tanto por lo que dice en el texto "Vía Crucis", como por otras indagaciones realizadas, pensamos que es este el documental al que se refiere el texto.

viernes, 19 de abril de 2013

DE VUELTA AL MISTERIO Y DE VUELTA AL DOLOR.

Ramón Gaya con Nigel Dennis en La Fuensanta, Murcia. 6 de diciembre de 1985.



DE VUELTA AL MISTERIO. Uno vuelve a los cuadros, a los escritos, incluso a la conversación de Ramón Gaya como ese escéptico inquieto (“ateo místico” lo hubiera llamado Azorín) que vuelve, entre perplejo y frustrado (siempre fascinado, incluso a su pesar) a las grandes catedrales que nos ha brindado la Historia. Se sabe, persistente, que ahí hay algo que casi casi llega a ser la explicación que uno busca. Desde que tropecé con el pensamiento de Ramón Gaya lo he ido persiguiendo: leyéndolo, viéndolo (intentando verlo, mejor dicho), escuchándolo... Llegué a creer, entre ingenuo y testarudo, que el misterio estaba en su casa: aconchado -como diría Lope- en algún rincón, escondido en alguna carpeta de papeles, aposentado en algún cuadro (de esos que no ha visto el “público”). Creía, en fin, que adentrándome en ese recinto sagrado, en ese maravilloso silencio, podría localizar el misterio que tanto me aturdía en la obra de Ramón Gaya. Creía también que, con una mezcla de estratagemas de crítico, y paciencia de devoto, podría  persuadir a Ramón Gaya a que me explicara ese misterio. Quería verlo, entenderlo, apresarlo y... llevármelo. Y comprendí al final, que el misterio no estaba en ninguna parte, o mejor dicho, que estaba en todas partes      (en ese cristal, en esa tela, en ese jarro...), y que Ramón Gaya convivía con él, sin pretensión, sin vanidad, con una aceptación natural. Es más: comprendí que en cierto sentido Ramón Gaya era ese misterio, que él lo encarnaba. Y ese misterio que él es, claro está, no se explica a sí mismo, ni se deja llevar de un lado para otro...
Nigel Dennis, 1984
De: MÁS DIVAGACIONES A MEDIA VOZ EN TORNO
A RAMÓN GAYA.

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* Nigel Dennis ha muerto esta semana. Aún no tenemos datos concretos de la causa pero, de cualquier forma, aparte de un amigo se nos ha ido también un trozo vivo de Ramón. Hasta siempre amigo y muchas gracias por tanto que nos diste.

El amigo Nigel. Texto de Andrés Trapiello publicado en Hemeroflexia.

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Entrevista radiofónica realizada a Nigel Dennis en Canal Extremadura el pasado día 22 de octubre de 2012, en la que habla sobre Ramón Gómez de la Serna.

viernes, 12 de abril de 2013

O TAN SÓLO LA TARDE

Ramón Gaya  en el Paseo de la Reforma de México. 1950.




TARDE III


Cada tarde parece
bajo un cielo distinto,
que tuviera una cita
con un algo perdido

que soy yo, que me espera
a la luz de esa hora
igual ya que un hermano
o un amigo: en la roca,

en la playa tan tibia,
o el balcón, o el espejo;
una cita diaria
sin lugar, sólo tiempo,

sólo un hondo minuto
en que miro mis brazos
como ramas de infancia, 
en que soy el hallazgo

de mí mismo, y me escucho
como un nido distante,
no en el ser, sino fuera,
donde el hombre es ya nadie,

donde acaso está el alma,
o tan sólo la tarde. 



Ramón Gaya.
De: POEMAS DE UN DIARIO [México, mayo de 1943] O.C. Edt. Pre-Textos

viernes, 5 de abril de 2013

IR HASTA NUESTRO CENTRO


 Ramón Gaya con Salvador Moreno en el Tevere. Roma. 1 de marzo de 1958.


ANOTACIONES
(En programa de concierto)

     Resulta muy patético ver a un creador de naturaleza tan inactual. En un mundo como el de hoy, terriblemente periodístico, lo más cómodo para una sensibilidad es perecer. Salvador Moreno ha estado muchas veces invitado –incluso atraído- por esa facilidad; no ha muerto, y lo sentimos por su persona, ya que así le espera un sufrimiento absoluto, sin descanso. Pero no se puede sufrir con limpieza, es decir, con legitimidad, si no hemos liquidado todos nuestros afanes –esos afanes que en nuestra juventud confundimos con la esperanza misma-, porque sólo un sufrimiento puro, un sufrimiento sin disgusto, sin contrariedades pegadas a él, será un sufrimiento válido.
     Salvador Moreno, que no comprende a su instinto –ha pasado treinta años obstaculizándolo- va en busca, no de algo exterior a él, como todavía supone, sino de su propia naturaleza. Ir hasta nuestro centro es lo que nos ha sido encomendado, no como un vanidoso narcisismo -esa es la interpretación periodística y socialera de hoy-, sino precisamente como una humildad. A este joven músico yo le pediría que, cuando tropiece con su verdadera esencia -la suya podría llamarse desamparada sensibilidad- sepa mirarla con el respeto que se necesita para todo lo que, aún siendo nosotros mismos, no es nuestro. Ser un creador verdaderamente grande (Velázquez, San Juan de la Cruz, Mozart) no es más, posiblemente, que tener el valor de obedecer; lo que suponíamos que era una calidad suprema, quizá no es sino una conducta suprema, es decir, sumisa, amorosa.
     Para Salvador Moreno, obedecer a una sensibilidad tan desamparada como la suya es hoy, claro, muy difícil, casi una cruz, ya que se trata de algo sin éxito, sin cotización actual, pero es necesario.
 
Ramón Gaya
México, 15 de octubre de 1951
Edt. Pre-Textos O.C. 2010.